sábado, 21 de mayo de 2016

Resucitadores de libros.



Quizás sea redundante hablar de escritores olvidados porque, ¿no es el olvido precisamente una característica inherente a este oficio? Fue Roberto Bolaño el que en una entrevista formuló la cuestión: “Yo puedo estar con veinte escritores de mi generación y todos están convencidos de que son buenísimos y van a perdurar. Eso es de una ignorancia -además de una arrogancia- bestial. Porque se les puede preguntar: si tienes una ligera idea de la historia de la literatura, ¿cuántos escritores latinoamericanos sobreviven de la década de 1870 o 1880? Nómbrame a veinte”. 

La respuesta, evidentemente, no llegaba a dos. Al escritor chileno le hubiera gustado conocer el proyecto de Miguel Ángel Moreno y Joanna Szypowska, editores de Eutelequia. Hace casi tres años, ambos inauguraron un sello con evocador nombre: Círculo de Escritores Olvidados. Y aunque la nómina que podría formar parte de este círculo es casi interminable, lo cierto es que Moreno y Szypowska han centrado su atención en autores centroeuropeos -rusos y polacos, fundamentalmente- que escribían en yiddish, un idioma que quedó sepultado junto a aquellos que lo empleaban. “Hablamos de escritores olvidados que en su momento fueron muy importantes pero que en un determinado momento desaparecen del mundo literario”, afirma Moreno. Su extinción estuvo provocada por diversos motivos: exilio, ocultación deliberada o muerte, en el peor de los casos.



Israel Rabon (1900-1941) es uno de esos escritores olvidados que se han empeñado en desempolvar. Su libro La calle narra la historia de un soldado que regresa después de la Primera Guerra Mundial y tiene que vivir en la calle. “Es bellísima la forma en la que está escrito el relato”, afirma su editor, “no existe hostilidad hacia la calle, allí sólo hallas esperanza”. En esa constante labor de recuperación destacan obras imprescindibles para comprender el pensamiento y la literatura occidentales del siglo XX: Alrededor de la estación, de David Bergelson, Insaciabilidad (Despertar) y Insaciabilidad (Locura) de Stanislaw Ignacy Witkiewicz o Yoshe, El Loco de Joshua Israel Singer.

Para hacer justicia con estas obras es esencial una labor de contextualización que descansa en cuatro pilares: una certera traducción, un prólogo, unas anotaciones cuidadas y un epílogo. “Los mimamos como si fueran nuestros hijos”, apunta Moreno que siente especial predilección por David Bergelson, uno de los trece asesinados en la famosa Noche de los Poetas Asesinados, acaecida la madrugada del 12 al 13 de agosto en 1952. Aquella funesta noche Stalin liquidó a trece de los músicos, actores, poetas y artistas yiddish más importantes de su tiempo. “Pensamos que nuestra misión en la vida es la de recuperar la historia de esta lengua y esta cultura que no existen ya. Sólo en los libros”, concluye el editor.




Resulta nuevamente redundante -después de conocer la razón de vivir de Miguel Ángel Moreno y Joanna Szypowska- preguntarles si creen en los libros: “En todas mis mudanzas los libros han venido conmigo. Forman parte de mi ser y de mi esencia. El otro día me encontré un billete de metro del año 1975 metido en una obra. Eso son los libros: recuerdos”. Hablando con los editores de Eutelequia constatamos que hay que creer en los libros por la sencilla razón de que debemos creer en nosotros mismos.



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