martes, 17 de mayo de 2016

Anchanchu el vampiro de la cordillera andina.


El Anchanchu se muestra bajo la apariencia de un anciano bondadoso, calvo, obeso y sonriente. Algunos lo describen vistiendo ropas antiguas recamadas en oro y portando un sombrero plateado de ala ancha. Sus características centrales, al menos aquellas que ponen en guardia a los viajeros del altiplano, son su cabeza y su sonrisa gélida, perpetua, petrificada en sus labios.

El Abchanchu es un vampiro que siempre se acerca a sus víctimas mediante el engaño. Su estratagema más habitual es mostrarse como un anciano en problemas. Con ampulosas solicitudes reclama la asistencia de los viajeros con algún problema en el hogar. Aquellos que ingresan en el cubil del Anchanchu no volverán a ver la luz del día.

Modernos estudios folklóricos del altiplano boliviano revelan los profundos matices de la leyenda de Abchanchu. Su ropa indica un linaje divino, es decir, perteneciente al remoto panteón quechua, reducido y exiliado por el avance del cristianismo. De todos modos, el Anchanchu no sólo se ceba con la sangre de extranjeros. Los propios bolivianos evitan a toda costa las grutas y cuevas del altiplano, temiendo oír el acecho de las pisadas ominosas del Abchanchu. Incluso aquellos que sobreviven sus ataques, dicen los ancianos, pronto mueren debido a una extraña infección que la medicina no ha sabido detectar. De hecho, estos vampiros convertidos tienen un nombre propio: Anchanchun uñkata, Los que han sido mirados por Anchanchu.

A principios del siglo XVIII el Abchanchu fue recluído -mitológicamente- en las regiones más inaccesibles de la montaña. Una centuria después, el Anchanchu reapareció en aldeas y comarcas a lo largo de Bolivia, no así a lo ancho; ya que la región oriental le es comprensiblemente indiferente. De vampiro insaciable se convirtió en anegador de campos, causante de incendios y muertes sospechosas en las haciendas; más aún: el Anchanchu se transformó en un demonio atmosférico, en una criatura que tiene potestar sobre los vientos y tempestades. Los ancianos sugieren el siguiente encantamiento si uno se topa con un viento sospechoso en la montaña: Pasa, pasa Anchanchu, no me hagas ningún mal, porque el Mallcu me ampara.

En la región de Uyuni el Anchanchu todavía conserva su naturaleza vampírica. No reside en el viento ni la ampara la tormenta. Recorre las planicies salitres con su eterna sonrisa, hablando dulcemente y arañando los cristales de las ventanas. Cuando la noche helada del salar llega a su cénit, y los incautos no han trabado puertas y ventanas, el Abchanchu ingresa en los hogares y realiza sus operaciones vampíricas con prolija eficiencia.

Fuente: tucucu.com

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