domingo, 5 de febrero de 2017

Desigualdad, una palabra que no debería existir.


Muchas personas pueden considerar repulsiva la interrogante de cuanta desigualdad es suficiente, aunque muchos no lo vean así, desigualdad es una palabra que no debería existir.

Norteamérica es hoy uno de los lugares más desiguales del mundo, ya que tan solo el 10% de sus habitantes perciben más del 50% de los ingresos, mientras que en Gran Bretaña ese 10% ostenta el 40% del capital. Otras grandes naciones símbolos de la desigualdad son India y China.
Aunque a inicios de la década de los 90´, muchas personas han mejorado su calidad de vida, los expertos insisten en erradicar este mal por completo, pero en muchos casos varían en los niveles de tolerancia que se manejan actualmente.

El crecimiento del capitalismo

Según Deidre McCloskey, profesora de economía de la Universidad en Illinois,  desde la revolución industrial de fines del siglo XIX los niveles sociales se han equiparado, pues aunque muchos discrepen acerca de este controversial método, para Deidre el capitalismo no es el eje del problema, sino todo lo contrario y afirma que para erradicar la desigualdad la forma no es quitándoles a los que más tienen sino dándoles a los que menos poseen.

Este controversial método de capitalismo pone en discordia a dos grandes grupos, los que piensan como McCloskey y los que creen que la distancia entre pobres y ricos pone en jaque a toda la sociedad.
Según Jared Bernstein, asesor económico de Barak Obama hasta el año 2011, la escasez de ingresos de la clase media y baja, hace que deban acudir a préstamos que dañan el crecimiento económico.
Bernstein añade que muchas familias carecen de dinero para invertir en la educación, hecho que hace que las generaciones futuras carezcan de la oportunidad de capacitarse profesionalmente.

Incentivos

McCloskey cree que la desigualdad ha sufrido subidas y bajadas en estos años, aunque cree que la relevancia de este tema sea potenciada por un leve incremento en estos días.
En la actualidad los grandes ejecutivos de las compañías norteamericanas perciben un salario 200 veces mayor que un trabajador promedio, 10 veces más de lo que percibían a mediados del siglo pasado.

Aunque muchos han sugerido limitar los salarios, McCloskey se opone rotundamente, diciendo que una regulación no reducirá la desigualdad y que esta opción podría dañar la competencia reduciendo el incentivo de generar riqueza trabajando duro.
Pero para Bernstein, la amplia franja de desigualdad entre los salarios conspira contra el incentivo de que trabajar duramente sea recompensado.
Todo un debate que, a nuestro parecer, debe ser solucionado.

Fuente: grandesmedios.com

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