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Gabriela vivía lejos de su país natal cuando se enamoró de un hombre musulmán al que quiso profundamente. Los dos decidieron casarse, como lo hacen miles de personas, a pesar de que ambos sabían de las diferencias culturales y religiosas. Lo que no sabían era que la historia iba a traer tanto trabajo entre Oriente y Occidente. Aun así, la familia se agrandó. Y con ella las diferencias.
Ella es Gabriela Arias Uriburu, hija de un diplomático que cumplía funciones en Guatemala y por el que se fue a vivir un tiempo a ese país centroamericano. Era una oportunidad para acercarse de nuevo a su padre porque cuando era chica, él se había separado de su madre.
Fue un 10 de diciembre de 1997, cuando el hasta entonces esposo de Gabriela, Imad Shaban, se llevó a los tres hijos de ambos a Jordania, el país de su procedencia. "Imad desapareció con los chicos en pleno proceso de divorcio. Justo cuando el Juzgado le comunicó que los niños quedarían bajo la protección del tribunal y con la tenencia a mi favor", comenta Arias.
A partir de este momento el mundo de Gabriela murió. Con el paso del tiempo, y sin imaginarlo, su calvario y sufrimiento se convirtieron en historia de vida, en ejemplo de lucha y superación. Porque le tocó trabajar sus enojos y resentimientos por el bien de sus hijos, porque pensó objetivamente y con corazón de hierro, porque como en una partida de ajedrez evaluó toda las jugadas y se anticipó, porque no le importó perder piezas con tal de obtener al final el Jaque Mate a favor de sus hijos.
Los dueños de la historia
Sin embargo, Gabriela no se cree la protagonista. Ella utiliza su experiencia para ayudar a los demás, pero tiene claro quiénes son los actores principales de esta película: "Aunque sean mis hijos, ellos le pertenecen a la vida. Sus historias son lo principal, por eso yo me hice a un costado y peleé a favor de ellos. Tuve que replantearme un camino que les diera visibilidad, que llevara sus nombres".
Y así fue, Karim (24), Zahira (23) y Sharif (20) dieron inicio a un nuevo paradigma en el derecho internacional público y privado. Porque nunca antes se tuvieron en cuenta en las políticas de Estado, en las Relaciones Internacionales, en la diplomacia y en las Naciones Unidas los conflictos que tienen los niños cuando los padres de diferentes culturas se separan. Y aunque pasaron veinte años, las diferencias culturales entre Oriente y Occidente aún siguen siendo muy marcadas: "Latinoamérica no tiene una profundización de la cultura oriental. Cuando nos casamos, ninguna de nuestras dos familias lo quería, ni por la cultura ni por la religión".
Una fundación para los niños
En vista de todos los problemas por los que Gabriela pasó y en su empeño por visibilizar la importancia de que a los niños les afecte lo menos posible los divorcios, Arias creó un espacio llamado Fundación Niños Unidos por el Mundo, desde donde promueve los derechos de los niños por sobre todas las cosas. Además, trabaja para que los estados inicien políticas y planes educativos sobre las otras culturas. Lo que ella considera como la "conformación de una ciudadanía global y planetaria". También se encarga de que, en caso de problemas, los chicos tengan derecho a tomar contacto con los dos padres y puedan vincularse. "En la Fundación trabajamos desde la posición del niño. Los padres por lo general, se mantienen siempre en una determinada postura que provoca un sufrimiento muy grande en los hijos", asegura.
Los temas por los que más recibe consultas tienen que ver con mujeres occidentales que se quieren casar con personas de otras culturas y con madres que sufren porque sus hijos se van a vivir con sus papás. Ahí es cuando ella enfatiza: "Es importante que la madre lo apruebe y que no se sienta que le están sacando algo".
Pero la Fundación fue sólo uno de los brazos de lucha de Gabriela. Luego de pasar 12 años en las brasas, su transformación se fue dando como la flor de loto, en medio de mucha oscuridad. Transcurriendo entre viajes constantes para volver a encontrarse con sus hijos, invocando a las naciones para poder volverlos a mirar nuevamente. "Porque una mujer occidental en el mundo musulmán, no existe. No tiene derechos. Simplemente porque no está contemplada en el islam. Que no es sólo una religión es un código civil y penal.", explica Gabriela.
Volver a nacer, siempre
Una de las piezas más importantes que Gabriela tuvo que ceder fue la tenencia de sus hijos. Si ella no le concedía la guarda y potestad a Imad, probablemente nunca más los podría ver. "Tuve que darme a luz a mi misma varias veces. En 2005, cerré todas las causas judiciales porque a mis hijos les estaba afectando la situación. Así fue que empecé la tarea de reordenamiento familiar".
Aunque Gabriela afirma que no es escritora y que sólo cuenta sus vivencias, otro de los resurgimientos en su vivir está ligado a los libros que ha escrito. Ya va por el quinto. Y aparte ofrece constantemente talleres y charlas sobre la importancia de que las mujeres estén despiertas en sus potencialidades. "Hay que poner la labor en uno mismo, en el adentro. Todos vinimos a cumplir y a llevar a cabo una tarea, y tenemos la vida para descubrirla. Cada situación llama a despertar: quién sos, cuáles son tus posibilidades y potencialidades; sin olvidar lo más importante: el para qué", resalta.
Gabriela se forma día a día integralmente. Viaja a Córdoba tres veces al año para aprender sobre Constelaciones Familiares. Un método para resolver lo que ocurre en nuestras vidas, respecto de la historia familiar de cada uno. Esto la ayuda a sanar el pasado y a estar activa en el presente.
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