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martes, 11 de abril de 2017

Entre la obra maestra de Velázquez y el palo del selfi.


Grafitis en el mural realizado el año pasado por William Kentridge a orillas del Tiber, en Roma. ANDREAS SOLARO AFP/GETTY IMAGES




El turismo masivo y el vandalismo obligan a museos y zonas culturales a reorganizar sus visitas sin limitar la rentabilidad

Los museos quieren visitantes pero reciben turistas, un concepto que no siempre casa bien con la quietud de las salas y sus delicadas colecciones. “Estos espacios antes eran lugares para conocer el arte, ahora se busca el selfi para decir: yo he estado ahí”, lamenta João Fernandes, subdirector del Museo Reina Sofía. El riesgo se parapeta en la masificación. Los diez museos de arte más concurridos del mundo recibieron el año pasado 55,6 millones de personas. El Louvre (7.400.000) y el Metropolitan (7.006.859) marcan el paso. El Bosco atrajo a casi 600.000 personas al Prado el año pasado. Otro asunto es la calidad de la visita. “Tengo mis dudas de que alguien pudiera disfrutar con aquello”, reconocía Miguel Falomir, nuevo director del museo, en una entrevista a EL PAÍS. Una desconfianza que se extiende

Italia prepara una ley para evitar la masificación en sus principales centros artísticos porque cierto turismo es una fuerza destructora. Un mural de 550 metros del sudafricano William Kentridge pintado sobre los muros que contienen al río Tíber amanecía a principios de mes anegado de grafitis; en enero alguien pintarrajeó con espray una de las columnas del Coliseo y antes dos turistas californianas —de 21 y 25 años— fueron detenidas por inscribir con una moneda sus iniciales en los muros del anfiteatro. En 2015 cinco personas terminaron en comisaria por dañar el patrimonio.
Derrumbes en Pompeya



Turistas ante el elefante de Bernini, en la plaza de Minerva (Roma), co un colmillo dañado por unos vándalos el pasado noviembre. ANDREAS SOLARO AFP/GETTY IMAGES


El problema se concentra en Pompeya, que recibe 2,5 millones de visitas al año y ha padecido expolios y derrumbes. ¿Habría que limitar la entrada? Mary Beard, Premio Princesa de Asturias de Ciencias Sociales 2016 y autoridad mundial en la historia de Roma, se opone a los númerus clausus. “Restringir las visitas es elitismo. La gente normal quedaría excluida y solo los ricos y los famosos (junto a algunos académicos) podrían visitar la ciudad”. La profesora de Clásicas de la Universidad de Cambridge propone cambiar los abarrotados destinos del Coliseo y Pompeya por Ostia o la “espectacular” villa de Boscotrecase (Nápoles). Sacar al turismo de los lugares comunes. “Debemos cuidar lo mejor posible los enclaves arqueológicos, pero si ocasionalmente se desprende un poco de yeso o un muro no es un desastre. Hay que recordar que fue una ciudad mal construida, arrasada por un volcán y bombardeada en la Segunda Guerra Mundial. Es inestable”, admite la latinista.


El año pasado, un turista brasileño desmembró en el Museo Nacional de Arte Antiguo de Lisboa un San Miguel de madera del XVIII mientras se hacía un selfi. “Es necesario desarrollar una pedagogía del comportamiento en los espacios que son patrimonio”, reflexiona António Filipe Pimentel, responsable de la institución. “Porque la presión del público aumenta los riesgos y la tendencia de este fenómeno es a empeorar”.


Todo el arte rupestre aborigen australiano podría desaparecer en 2060 —denuncia la campaña Protect Australia’s Spirit— víctima del vandalismo y la construcción. Y no se trata solo del vandalismo. “Nos preocupa la calidad de la visita”, describe Marina Chinchilla, directora adjunta de Administración del Prado. Por eso establecen cupos y franjas horarias. Pero también les preocupa el número de visitas, y los museos se arriesgan y compiten por esa contabilidad del arte. “No se puede afirmar que el turismo deteriore las colecciones. Otra cosa es que un público masivo afecte a la calidad de la experiencia, critica José Luis Díez, director del Museo de las Colecciones Reales.


Hay que tener cuidado y “analizar para qué sirven esas muestras y esas visitas”, matiza Carmen Espinosa, conservadora jefe del Museo Lázaro Galdiano (Madrid). Porque la fragilidad resulta evidente. Fue un error creer que la tecnología y su avalancha de aplicaciones que transforman las obras en una experiencia virtual podrían aliviar la presión. Vicente Todolí, exdirector de la Tate Modern, advierte: “La visita digital nunca es la visita, la presencia física resulta insustituible”.


EL DESTROZO GRABADO CON EL TELÉFONO MÓVIL 


Dos niños rompieron en mayo de 2016 una escultura de vidrio (27 meses de trabajo de la artista Shelly Xue) en el Museo de Cristal de Shanghái. El vídeo que muestra a sus dos cuidadoras filmando la escena supera el millón de visitas en YouTube. En marzo pasado, un británico raspó la pintura The Morning Walk de Thomas Gainsborough en la National Gallery. “A veces utilizamos medidas escalables de seguridad, incluido el registro de bolsos”, comenta un portavoz de la galería. Pero nadie quiere visitar un museo como si pasara el control de un aeropuerto.

jueves, 14 de abril de 2016

Europa podrá ser recorrida en bici gracias a una red de ciclovías que conectará 43 países.


Esa idea tomó forma y se le llamó EuroVelo. Se estima que estará operativo en su totalidad en 2020. Serán 70 mil kilómetros de 15 ciclovías que conectarán 43 países europeos, incluyendo los pertenecientes a la Unión Europea. La ciclovía más grande de la red tendrá 10.400 kilómetros. (Foto: Francisco Lema)
La Federación Europea de Ciclistas (ECF, por sus siglas en inglés), encargada de desarrollar y gestionar el proyecto en colaboración con asociaciones, Gobiernos y organismos —tanto públicos como privados—, estima que cuando se culmine la construcción y adaptación de todos los itinerarios previstos se realizarán más de sesenta millones de viajes en bici al año a través de las rutas EuroVelo.
De momento, la red cuenta con 14 vías ya definidas (aunque no señalizadas en su totalidad) y, según Jesús Freire, técnico del proyecto, “este año se aprobará, previsiblemente, una nueva ruta, la EuroVelo 17, a lo largo del río Ródano”, entre Suiza y Francia. No se trata de un error en la numeración, pues las eurovelos 14 y 16 todavía no existen. Freire lo aclara: “Las rutas impares siguen el eje Norte-Sur, mientras que las pares van de Este a Oeste o viceversa”. No cualquier ruta reúne las condiciones exigidas para formar parte del proyecto. Deben cumplir una serie de requisitos para contar con el sello EuroVelo. Por ejemplo, que la vía discurra al menos por dos países, que alcance un recorrido mínimo de 1.000 kilómetros o que esté articulada a partir de rutas nacionales y regionales ya existentes o, en su defecto, por nuevos carriles proyectados conjuntamente por los Estados participantes en el itinerario.

Uno de los aspectos que más se han cuidado a la hora de pintar el mapa de EuroVelo es la diversidad temática de cada una de sus rutas. Por ejemplo, si planeamos pedalear con niños, la EuroVelo número 15 es la que mejor se adapta a los ciclistas más pequeños. Con algo más de 1.200 kilómetros de recorrido, sigue el cauce del río Rin a través de Holanda, Francia, Alemania y Suiza, pero la sencilla topografía del terreno la hace perfecta para un viaje de un mes por Europa con toda la familia.
Los aficionados a la historia del Viejo Continente cuentan con recorridos que siguen senderos marcados por peregrinaciones ancestrales como el Camino de Santiago, a través de la EuroVelo número 3 —de Trondheim, en Noruega, a Compostela—, o la ruta de Sigerico el Serio (EuroVelo número 5), arzobispo de Canterbury que dejó por escrito en Itinerarium su viaje de Roma a Inglaterra, en el siglo X, a través de la Vía Francígena. Si el viajero quiere poner a prueba su destreza y resistencia, puede atreverse con los 4.448 kilómetros de la ruta EuroVelo número 6, entre Francia ySerbia. La completa señalización del recorrido y la calidad de las infraestructuras con las que cuenta la convierten en la opción perfecta para un tour ciclista de varios meses, cuya planeada prolongación hasta el puerto de Constanza, en Rumanía, conectará el océano Atlántico con el mar Negro a través de 10 países, siguiendo los cauces de los tres grandes ríos europeos: el Loira, el Rin y el Danubio.
Omar Ruiz-Díaz, que lleva viajando en bicicleta y a pie desde 1991, ha usado con asiduidad los carriles de esta red europea. “Ofrecen mucha paz y lugares donde acampar con sensación de seguridad”, cuenta. “Por las características de mi bicicleta, he optado por estos itinerarios como una alternativa perfecta a la carretera convencional”, añade Ruiz-Díaz. Aunque “hay trechos en muy mal estado que deberían ser atendidos, en general son aptas y útiles para las expe­­diciones ciclistas. Por ejemplo, la que va de Trier a Coblenza, en Alemania, siguiendo el río Mosela, es una pasada”. Simon Perry, británico, es otro de los usuarios que conocen bien la red. En su último viaje en bici, desde Pekín hasta Venecia, recorrió la EuroVelo número 13. “Entré en Europa por Turquía, pedaleando desde Edirne hasta Bulgaria, y posteriormente hacia Serbia. Es una zona realmente hermosa, con colinas ondulantes y arquitectura balcánica. La comida es increíble, además de muy barata”.

Por España pasan tres de las rutas EuroVelo, las números 1, 3 y 8. Además de la citada del Camino de Santiago, la Atlántica (de Cabo Norte a Sagres, en Portugal) y la Mediterránea (que comunica Atenas con Cádiz). Sobre la situación del proyecto en la península Ibérica, Freire dice que “se han creado grupos de coordinación, uno para cada una de las rutas, y ya hay planes para poner en servicio tramos muy interesantes”. Una alternativa, asegura, al turismo de sol y playa que puede “incentivar las economías de los pueblos y ciudades por los que pasan”.
Proyectos como EuroVelo potencian, además, una forma sostenible de viajar que se está convirtiendo en un fenómeno dentro y fuera de Europa. Adventure Cycling, versión norteamericana de EuroVelo, ha desarrollado desde 1976 una red con más de 65.000 kilómetros de recorrido para cicloturistas. Y en Asia, países como Taiwán o Japón han creado sistemas de carriles bici para recorrer sus territorios.
Fuente: elviajero.elpais.com
Ruta de la Costa Atlántica
Los 8.186 kilómetros de extensión unirán seis países partiendo por Nordkapp en Noruega, pasando por Reino Unido, Irlanda, Francia, España, hasta llegar a Sagres, al sur de Portugal. 

Ruta del Sol
Al igual que la anterior, la Ruta del Sol también comienza en Nordkapp, pero ésta sigue por Suecia hasta La Valeta, la capital de Malta. En total, son 7.409 kilómetros y pasa por nueve países, entre los que está Finlandia, Dinamarca, Alemania, Austria e Italia.

Ruta del Mar Báltico
Lo atractivo de este camino es que comienza y termina donde uno quiere, ya que es la única ciclovía de las 15 que permite volver al lugar de inicio. En 7.980 kilómetros conectará nueve países: Lituania, Letonia, Estonia, Rusia, Finlandia, Suecia, Dinamarca, Alemania y Polonia.

Iron Curtain Trail
Es la más larga de todas. La ciclovía cuenta con 10.400 kilómetros y la gracia es que conecta Europa Occidental con el lado Oriental a través de un enorme recorrido por 20 países.

Fuente original: ciclografias.com

Fuente: aldeaviral