lunes, 27 de enero de 2020

309 Versiones de Borges: Con Gerardo Ciancio, creador y custodio de una “biblioteca Borges” que crece desde hace décadas.


Escribe: Javier Etchevarren en Suplemento | Foto: Ilustración: Ramiro Alonso


Su orgulloso propietario le llama La borgesteca: una colección de 309 libros de (y sobre) Jorge Luis Borges, que incluye primeras y segundas ediciones, trabajos sobre su vida y su obra, sobre sus vínculos con la cábala, la ciudad, la matemática o las variantes del humor. Este acervo se convirtió en pretexto para conversar sobre Borges con su compilador, Gerardo Ciancio (Montevideo, 1962), que es, además, profesor de literatura, ensayista y poeta.

¿Cuándo empezaste a interesarte por Borges?

En la adolescencia; estaba por empezar cuarto año de liceo, en un verano muy caluroso. Yo leía, creo, bastante, aunque desordenadamente, en forma aleatoria, en la biblioteca que tenía mamá, pero también libros prestados, generalmente por personas mayores que yo. Borges aún no era Borges para mí. Leí sus poemas en una edición de Emecé que entre los años 50 y 60 fue sacando su obra poética en reediciones ampliadas. Pero quien me presentó a Borges narrador, a Borges sin cortapisas, fue la profesora Silvia Viroga. Sus clases interpretando “Las ruinas circulares” o “La espera” (especialmente este cuento, que es un prodigio de ingeniería narrativa) generaban entusiasmo, ganas de seguir leyendo, pasión por la lectura y la interpretación de los textos.
Si lo vemos como un proceso, luego, como adulto y como docente, ¿cómo fue cambiando tu lectura de Borges? ¿En qué aspectos de su obra o su personalidad fuiste poniendo mayor énfasis con el paso del tiempo?

En el IPA [Instituto de Profesores Artigas] estudiamos Borges, aunque poco y superficialmente. Yo seguía con mis lecturas de y sobre su obra. A partir de 1986, cuando murió, también empecé a interesarme por la vida de Borges (aunque [Roberto] Bolaño dice que no hay cosa más aburrida y poco épica que la vida de un poeta), por las relaciones con sus diferentes entornos, por los cuestionamientos a su persona, especialmente, en tanto animal político. Y no me refiero solamente al Borges oral, al de la respuesta breve, ocurrente, mordaz, caprichosa, políticamente incorrecta, orejana, desprolija; por momentos, un Borges de entrevistas de magazines, diarios, semanarios, radios, de buenos periodistas y de periodistas de bolsillo, oportunistas, y paradójicamente, muchas veces no lectores de Borges. También por las mujeres con las que trabajó, a las que amó, a las que no amó, por sus ancestros y sus amistades del mismo campo literario, o del campo cultural de casi todo el siglo XX. Pero, por supuesto, me interesé mucho en sus textos, en sus rizomáticos, laberínticos, obsesivos y recurrentes textos de todos (o casi) los géneros posibles que escribió. En los textos más del borde, de su periferia escritural (como notas sobre cine, breves reseñas, algunas cartas, folletos). Borges es Borges, tan borgeseano como en los cuentos de Ficciones [1944] o en los poemas de El hacedor [1960]. Ese nivel de paridad, ese extraño y poco frecuente respeto a la escritura, no importa cuál sea el soporte genérico o el contexto mediático o la situación comunicativa o el público lector, esa capacidad para construir una firma autoral siempre, su rigor, su precisión lingüística y el detalle erudito (no me interesan los niveles de ficcionalidad de esa erudición, que, como sabemos, muchas veces fue un simulacro, un juego dentro del juego que es la literatura, una impostura perdonable y exquisita).

Conocí a un argentino que reunió más de 700 entrevistas a Borges en distintos formatos, extensiones y calidades. Pero eso fue hace años. Por mi parte, en 1986, cuando la noticia inundaba las tapas de revistas y diarios que anunciaban su muerte, su entierro en Ginebra, etcétera, la fiebre borgeseana comenzó a tomarme todo: comencé una búsqueda (con los dineros y recursos de un profesor, claro) y adquisición –cuando podía–, especialmente, de la obra crítica. Por ahí surgió una suerte de conato de coleccionismo, pero como sabrás, todo esto es borgeseanamente infinito, hay una sinécdoque en mis estantes. Una parte de un todo más vasto.

Gerardo Ciancio en su casa.

¿Cuál es tu visión actual sobre ese Borges en tanto “animal político” y el tipo de reacción que suscitó en algún momento? ¿Aún hoy se lo cuestiona en determinados ámbitos por ciertos comentarios y comportamientos vinculados a las dictaduras latinoamericanas?

Sí, creo que aún hay prejuicios para acercarse al nudo central de su obra, que es lo que en verdad importa. En realidad, incluso hay un texto de Juan Gelman que, de alguna forma, lo reivindica; es decir, cuando él, al final de la dictadura argentina o al comienzo del movimiento del Nunca Más, adhirió y concurrió a escuchar declaraciones sobre los desaparecidos y sobre presos y torturados. En fin, es un tema complejo, espinoso, que si sólo se lee con los lentes 3D ideologizados, no permite claridad, o sesga tanto la cuestión que la magnifica, y creo que la inigualable propuesta borgeseana acerca de la literatura en sí y qué es la literatura como práctica humana compleja se desdibuja o, peor, queda silenciada. Por supuesto, hay gestualidades, como aquella tapa de periódico y revista con la foto de Borges (quizás doblemente ciego) estrechando la mano de Augusto Pinochet en el Palacio de la Moneda, luego de que fuera invitado a dar una conferencia en un ámbito académico, no tan grotesco y gorilesco como ese donde la instantánea lo congeló en una actitud, por supuesto, deplorable, o, por lo menos, injustificable para un intelectual de ese porte. Ahora bien, el anecdotario es diverso, confuso, patético, e incluye, además, la bajada de la lista a candidatos nominados al premio Nobel.

Centrándonos ahora en tu colección, ¿cuál es el ejemplar más raro que tenés? ¿Y el que más valorás o apreciás?

Tengo algunas primeras ediciones que atesoro, algunas segundas (por ejemplo, las dos primeras de El Martín Fierro [1953] son idénticas excepto por el pie de imprenta y un discreto letrerito de “segunda edición” que consignó Columba, su editor), la segunda de Manual de zoología fantástica [1957] es prácticamente idéntica a la primera, publicada en Fondo de Cultura Económica, libro que la misma editorial mexicana siguió reeditando en la colección Breviarios. En cuanto a libros sobre Borges: los hay sobre su vida, su poesía, su narrativa, su obra en general, el sustrato filosófico de su obra; libros sobre Borges y la cábala, y la ciudad, y la matemática, y Oriente, y la física cuántica, y el humor, entre tanto. De cierta forma, me divierte –si es el verbo adecuado– coleccionarlos y reunirlos en el estante de Borges, y pareciera que este tipo de acercamiento hermenéutico va construyendo un hiper-Borges, un Borges ubicuo, un Borges acoplable al segundo término que se le ocurra al escritor de turno. Borges y..., pero funciona editorialmente, funciona para acceder a diferentes perfiles de su obra y de los nudos de pensamiento, como la ciencia, la metafísica o el lenguaje, que hay en los diversos estratos de su corpus creativo. Hay libros sobre detalles de la vida de Borges, lugares donde estuvo; a veces, sitios de provincia en los que pareciera que el hálito borgeseano marcó la historia de ese topos, de esa comunidad, o de ese auditorio, por lo menos.

Como te decía, cuando fallece, en 1986, el Consejo de Educación Secundaria convoca a un concurso de ensayos sobre Borges. Junto con la profesora y narradora Andrea Blanqué compartimos el premio: la edición de nuestros trabajos, hojas mimeografiadas, grapadas con un ganchito, con el título del trabajo en la portada (una hoja igual a las anteriores, pero de color gris, agrisada). En mi borgesteca lo guardo con cariño, como un ejemplar de culto, envejecido por el tiempo y por mi nula relectura por el momento. Quizás esa impúdica pieza a mimeógrafo sea el ejemplar más raro y bizarro (uso el adjetivo en sentido débil y claramente peyorativo) de los que guardo. Hablando más en serio, me gusta mucho la primera edición de El libro de los seres imaginarios, de 1967, es decir, bastante reciente en esta bibligorafía, con espléndidas ilustraciones que lo hacen un objeto singular en el universo borgeseano.

En cuanto a valoración, me es difícil imaginar un libro, pero sí te puedo asegurar que me seduce el primer libro que salió sobre Borges. Es decir, la primera vez que, en formato libro, Borges era tematizado, era el sujeto del volumen, por decirlo de alguna forma: Borges y la nueva generación, del argentino Adolfo Prieto, publicado en 1954.

Sobre la relación de Borges con Uruguay, y de los uruguayos con Borges, ¿qué hay escrito y publicado específicamente?

Borges jugaba a sentirse oriental, de esta orilla del Plata. Algo de razón lo asiste en términos de su genealogía familiar, por ejemplo. Además, venía desde niño, tenía familiares, amigos, daba conferencias en Montevideo, ambientaba cuentos y poemas en nuestro extraño país, en Montevideo, Salto, Fray Bentos, Tacuarembó, lugares que, desde su más profundo pensamiento mítico, lo cautivaban. El poema a nuestra ciudad, de lo mejor que se ha escrito sobre ella (“ciudad que se oye como un verso”, ¿un pentasílabo?), supone conocer y amar un topos en este mundo, incluso añorarlo, en su caso, viviendo en la capital doblemente fundada (por los españoles y por Borges: Buenos Aires como un juego que se (re)funda en una progresión casi geométrica). Además, en relación con el corpus total de su obra, escribió bastante sobre literatura uruguaya y sobre libros de autores uruguayos. A veces con una saña perdonable, pero saña al fin: la nota sobre Caracol marino [1933], de un poeta uruguayo [Francisco R Villamil], es una retahíla de exabruptos exegéticos: ¿un juego de maldad? Hace unos años compré el libro Caracol marino en una librería de ocasión... Claro, Borges parece hasta condescendiente cuando uno revisa ese conjunto de poemas. 

¿Por qué lo hacía? ¿Disfrutaba de ese “hecho” intelectual en casos como el de Caracol marino, o con el análisis de una película deplorable? ¿Le suponía un ejercicio inevitable, una tentación pulsional sin otra alternativa que ponerse a escribir sobre ese “objeto cultural” que, previo a la escritura, deploraba?


En cuanto a la escritura que tematiza, analiza e interpreta a Borges desde esta orilla, hay bastante. Basta citar los trabajos de [Emir] Rodríguez Monegal, los de Lisa Block, o los volúmenes colectivos que compilaron [Juan] Fló (aunque su libro no es necesariamente un trabajo de multitud de “plumas” uruguayas), [Rómulo] Cosse o [Pablo] Rocca, y ya hay un corpus de escritura uruguaya sobre Borges nada despreciable. Todo lo contrario: varios de estos trabajos son referencia en todo el mundo, incluso más allá del ámbito de nuestra lengua. Hay varios trabajos que suman perspectivas y que en su momento aportaron miradas y asedios a Borges pensando, entre otras intencionalidades escriturales, en la transferencia de conocimiento del que es polea de transmisión el sistema educativo (Washington Benavides, Roberto Appratto, Marta Canfield, Jenny Barros, etcétera).

¿Qué aspectos o anécdotas específicas de la vida de Borges te han llamado más la atención?

He leído diversas biografías de Borges. Los autores difieren, coinciden, repiten cristalizaciones “mitológicas” de su vida, buscan entre los entresijos más recónditos de lo que se supone que fue su vida, incluso hay diversos abordajes psicoanalíticos, o de mujeres que lo acompañaron en un trayecto de su vida de una forma u otra (colaboradoras, parejas ocasionales, o bien flirts que no cuajaron). Es paradigmático el caso de Borges a contraluz, de Estela Canto [1989], por todo lo que supone su perspectiva acerca de la conflictiva relación con Borges, en plena madurez de este. Por suerte, no hay ninguna que se presente como labiografía o la biografía “definitiva”. Sí hay algunos biógrafos que lo intentaron, manejando documentación de su vida privada, ficciones de su vida pública o literaria. Para contestar: si algo me interesa de su vida es su estadía en Europa durante la Primera Guerra Mundial (etapa formativa clave para lo que se vendría después en la construcción del intelectual Borges), y luego, pequeños episodios, por lo lúdico, por lo que tienen de leyenda urbana, como cuando se escapó, literalmente, de la casa de su primera mujer, siendo un hombre setentón. Se escondió en Córdoba (¿[Leopoldo] Lugones?) y luego en Coronel Pringles (¿César Aira?, ¿Arturo Carrera?). Todo este episodio de sainete o comedia de Luis Sandrini, visto a la distancia y sin padecerlo, claro, lo narra muy bien [Norman Thomas] Di Giovanni, su amigo, traductor y, en cierta forma, biógrafo. Por supuesto que episodios como el del golpe en la cabeza cuando subía la escalera, la internación, la fiebre, la casi agonía y el hecho de que a partir de allí vislumbrara lo mejor de su mundo ficcional, me atrae, como la manida anécdota de su nombramiento de inspector de corrales y gallineros (lo caricaturizo, ya que fue un acto administrativo un tanto más complejo y diverso). Me seducen, regresan a la memoria como si le hubieran ocurrido a un amigo en un sueño que nunca me terminó de contar.

lunes, 13 de enero de 2020

Hallado el misterioso poblado musulmán que sólo se conocía por el Cantar de Mío Cid.

Estatua del Cid en Burgos. MAR JUNCO

Las excavaciones en el yacimiento de La Mora Encantada afloran los restos de un poblado musulmán donde pudo tener lugar la batalla de Alcocer



Las excavaciones realizadas por la Diputación
de Zaragozaen el yacimiento de La Mora Encantada, en la localidad de Ateca, han permitido descubrir nuevos restos del poblado islámico del siglo XI en el que el Cantar de Mío Cid situó la conquista y la posterior batalla de Alcocer.

Los últimos hallazgos siguen consolidando la tesis de que ese enclave del que sólo se tenía constancia en el famoso poema épico medieval existió en realidad y estaba junto a la vega del río Jalón, dentro de lo que hoy es el término municipal de esta localidad zaragozana.


El historiador Francisco Martínez ha señalado que "las excavaciones han permitido resolver una incógnita que ha durado varias décadas: Alcocer existió y está en Ateca".
Añade que "otra cosa es que la batalla y el resto de acontecimientos narrados en el Cantar de Mío Cid sean ciertos o no, pero la confirmación de que Alcocer está en el paraje de La Mora Encantada abre la puerta a la posibilidad de que El Campeador, una vez desterrado en el año 1081, siguiese la ruta del Jalón para llegar a Barcelona y buscar cobijo en la corte de los condes Ramón Berenguer II y Berenguer Ramón II".
Una vez descubierto el Alcocer cidiano, ahora se intenta averiguar qué sucedió realmente allí. "La importancia y el sentido de las excavaciones reside en saber si Alcocer fue un lugar conquistado por Rodrigo Díaz de Vivar, lo que aportaría veracidad a la batalla narrada en el cantar que loa sus hazañas", explica Martínez.
Detalla que los últimos trabajos realizados en el yacimiento "vuelven a reforzar la idea del abandono definitivo del asentamiento tras su destrucción y quema a finales del siglo XI".
Esta última conclusión se extrae del registro arqueológico obtenido a lo largo de las cuatro campañas desarrolladas en los últimos años y refuerza la hipótesis de que El Cid pudo estar realmente en Alcocer. Además, los restos cerámicos que han ido apareciendo son taifales del siglo XI, lo que coincidiría con el posible paso del guerrero castellano por estas tierras en el año 1081.

ÚLTIMOS HALLAZGOS

Los nuevos hallazgos están relacionados con la cerámica para uso en cocina y mesa (ollas, cazuelas...), mientras que estructuralmente sólo se han podido documentar dos muros muy deteriorados.
"Una vez analizados los restos aparecidos, se nos vuelve a presentar un registro muy compacto centrado hacia finales del siglo XI", detalla Martínez, quien además subraya "el gran paralelismo" de esos nuevos hallazgos con la cerámica andalusí encontrada en anteriores intervenciones dentro del casco antiguo de Calatayud.
El conjunto de los restos aparecidos a lo largo de las cuatro campañas de excavaciones realizadas hasta ahora por la Diputación de Zaragoza refuerza la idea de que Alcocer ocupaba toda la parte oeste del enclave.
Según Martínez, "formaría el típico asentamiento musulmán en lo alto de un cerro dominante, soleado, de fácil defensa, quizá con alguna dependencia tipo posada desde donde se estaría en contacto con otros enclaves mediante señales luminosas o de humo para advertir de posibles contratiempos en el camino".
Fuente: elmundo.es

martes, 7 de enero de 2020

Fenómeno booktuber: los influencers de los libros.

Andrea Izquierdo Fernández, alias Andreo Rowling.

Son los prescriptores más eficaces para los jóvenes lectores y rostros cada vez más cotizados por las editoriales.

Una habitación llena de libros, con estanterías de Ikea (modelo Billy) y algunos muñecos entre los estantes. Desde ese espacio íntimo, en el que ha pasado tantas horas leyendo, graba un vídeo contando precisamente eso: lo que ha leído, lo que piensa de 1984, de Harry Potter, de Ready Player One... Y la habitación se convierte en un escaparate público.
No va de videojuegos ni de moda: va de literatura y se llama booktube, la comunidad de youtubers especializados en libros, con miles de seguidores adolescentes y jóvenes. Casi como un club de lectura virtual -la interacción con los usuarios es importantísima-, en el que el/la booktuber se convierte en el prescriptor literario. Huyen del concepto crítico. Simplemente recomiendan lo que les ha gustado, como si le hablaran a un amigo. Y las editoriales les han fichado para sus campañas promocionales.
En los últimos años, el fenómeno de los booktubers se ha consolidado. Y el público al que se dirigen -que era de 12 a 24 años- va creciendo, como ellos. Y ellas. Porque en este mundo predominan las mujeres: el 78,8% de chicas de 14 a 24 años lee de forma habitual, mientras que con los chicos el porcentaje cae más de 10 puntos (el 65%), según el último Barómetro de Hábitos de Lectura y Compra de Libros en España. Un barómetro que, a pesar de la noticia positiva de que los lectores crecían hasta el 67,2% de la población, dejó un dato alarmante: un 38,2% de españoles no lee nunca.
Algo que pueden cambiar las nuevas generaciones: son el segmento de población que más lee y cada año las cifras van en aumento. Los jóvenes de 14 a 24 años se acercan a la literatura a través de nuevos canales, de Booktube a Bookstagram (cuentas de Instagram en las que se suben fotografías de libros).
«El sector editorial ha dado un giro en los últimos años y las editoriales han tenido que enfrentarse a cambios de producción, consumo y formato. Las nuevas tecnologías y las redes sociales han abierto un mundo de formatos. El boom de los booktubers se dio sobre todo con la literatura infantil y juvenil, pero ha ido evolucionando y creciendo. La prescripción mediante lo audiovisual ha sido un éxito y las editoriales lo han aprovechado», considera Nicole Etchevers, doctora en Comunicación Audiovisual, experta en nuevas tecnologías y profesora del Máster de Edición Digital de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), donde se analiza el fenómeno de los booktubers.

La manera de comunicar explica su éxito: «Son jóvenes que hablan a sus pares, en su mismo lenguaje, con unos referentes y códigos compartidos, de una forma desenfadada y con mucha naturalidad. En sus vídeos demuestran una exacerbación de la creatividad a través de la edición, posproducción, música, palabras sobreimpresas o emoticonos... Cuidan mucho la escenografía: los muñequitos y el merchandising que hay detrás también comunican. Y el público se siente identificado con ellos», explica Etchevers.
«Cuando hacemos una campaña de lanzamiento de un nuevo título siempre pensamos en cómo difundirla a través de las redes. Booktube es una nueva manera de comunicar y ya se ha integrado en la estrategia comercial de las editoriales enfocadas a infantil y juvenil», afirma Núria Martínez, jefa de Comunicación de Minotauro.
Más allá de la reseña audiovisual o el unboxing (es un género en sí: los booktubers abren las cajas-regalo de las editoriales, con un packaging llamativo o edición especial, y comentan algo del libro), en la pasada Feria del Libro de Madrid, Minotauro fichó a varios booktubers para hacer un quest (una búsqueda-gincana) en el parque del Retiro y promocionar la trilogía Sombras de Magia de Victoria E. Schwab, un hit de la ciencia ficción juvenil norteamericana. «Ha ayudado mucho a visibilizar la trilogía», apunta Martínez. Aunque no hay cifras oficiales del crecimiento de ventas por la acción de los booktubers, un análisis de Amazon estima que tras la promoción en Booktube el libro se dispara un 20%.
¿Y cómo son los booktubersCasi todos, jóvenes letraheridos. «Desde pequeña me encanta leer, pero en el colegio no había compañeros con los que pudiera compartir esa pasión. Descubrí Booktube de casualidad. Pensaba que en Youtube todo eran videojuegos, moda, deportes y maquillaje... Era 2014 y tras pasarme un día viendo vídeos creé mi canal. Ojalá hubiera existido cuando yo tenía 12 años: psicológicamente me habría ayudado mucho, me habría sentido menos sola», confiesa Andrea Izquierdo, que a sus 24 años ya ha publicado cinco libros.
En las redes es Andreo Rowling, una de las booktubers más populares con más de 150.000 seguidores. «No he estudiado nada vinculado con la crítica literaria profesional. Me considero recomendadora», apunta (estudió Derecho y Dirección y Administración de Empresas mientras su canal no paraba de crecer). Evidentemente, Andreo Rowling es fan de Harry Potter. Incluso reescribió el final de la saga porque no le gustaba el de J. K. Rowling. «El mío es más dramático», confiesa.

Aunque sus canales tratan de fomentar la lectura, a veces se acusa a los booktubers de estar al servicio de las editoriales, como los influencers cuando promocionan una marca. «A la hora de colaborar con editoriales, tengo muy claro que mi canal no es un escaparate gratuito sin ningún tipo de criterio. Si participo en una campaña pagada pongo el hashtag #ad [de advertising, publicidad]», asegura Andrea Izquierdo.
Muchos booktubers han dado el salto a la escritura, como Josu Diamond (con 193.000 seguidores, ha expandido su canal a otras temáticas: viajes, series...) o Vanessa R. Migliore (alias Iris de Asomo), ganadora del Premio de Novela Oz con El despertar de las brujas. Licenciada en Comunicación Audiovisual en su Caracas natal, Vanessa R. Migliore vino a Madrid para estudiar Márketing. Trabajó en una agencia de comunicación y se enfrentó «a un ambiente laboral muy negativo» que le hizo caer en una depresión. «Tenía un blog de escritura, pero quería hacer algo más, compartir mi gusto por la lectura con otras personas y decidí que sería buena idea mezclar lo literario con lo audiovisual, dos elementos que se complementan a la perfección», cuenta.
Desde entonces, su canal se ha consolidado con un público eminentemente femenino (en torno al 80%). «He creado un espacio común para mujeres que disfrutan de la lectura. Casi todas las booktubers que conozco y sigo son chicas», asegura. El perfil de su audiencia ha ido evolucionando con ella: ya no son adolescentes sino mujeres de entre 25 y 40 años. «No tengo 24 años, esa fue la edad con la que comencé el canal y creo que lo que he hecho es evolucionar. He madurado con los libros y eso ha significado un cambio importante dentro de mi contenido», considera Migliore, que también destaca como bookstagrammer.
Es la nueva plataforma de moda en Instagram: los libros protagonizan naturalezas muertas o las fotos de viajes idílicos. «Puedo adaptar el contenido literario a la fotografía», apunta. Leer también es estética.
Fuente: mundo.es